viernes, 28 de enero de 2022

María Antonia García de la Vega


Oí una vez, no sé si será cierto, que Enrique VIII de Inglaterra hizo repetir un retrato que le hizo Holbein el Joven porque no desprendía su carácter. No sé nada más de esa historia y, como digo, no sé si es cierta la anécdota, tan solo que Holbein tenía fama de cuidar las formas, captar cuanto había en el entorno del retratado, cualquier detalle, sin preocuparse del aspecto psicológico del personaje. Holbein es uno de los mejores retratistas de la historia de la pintura. Esta fue una de las primeras historias que me vinieron a la memoria al ver el libro María Antonio García de la Vega.


Ucrónicos es un proyecto envidiable y a la vez que valiente. Uno se pregunta por esa osadía de reinterpretar un cuadro y conseguir con la cámara de fotografía lo que el pincel captó en su momento, esa reconstrucción de la historia a través de hipótesis y a través de personajes que, de manera atenta, reconocer o intuir en la gravedad de las miradas, la pose estudiada, la seriedad -a penas uno de ellos parece sonreír-, todo ello lejos de la perfección que imponían Holbein en su obra. Se me antoja pues un gran esfuerzo rescatar la gallardía de los retratados, casi todos miran de frente, con arrogancia como los retratos del Greco, o con cierta pesadumbre y agotamiento como los personajes por Goya. No hay mayor valentía que sostener esas miradas de quienes creemos reconocer; quizás nos enfrentamos a Jovellanos, Ulloa, Jorge Juan o Torrijos; incluso atrevernos a jugar a descubrir al caballero retratado, del siglo XVI o del siglo XIX, al ricohombre, al científico, al viajero, al político, al arquitecto y al conquistador. Sin embargo, quienes nos hemos hecho con el libro quizá lo que menos buscamos es el personaje, ni tan siquiera la historia ni cómo se fraguó ese retrato, hoy fotografía; ni siquiera intentar reconocer, como es el caso de muchos de ellos, al modelo. Ucrónicos no es sólo un conjunto de imágenes, es un conjunto de juegos, de adivinanzas e historias que de cada uno de esos personajes María Antonia nos propone, sea obra de Holbein el Joven, El Greco, Goya o Lorenzo Lotto: es un libro vivo, que lejos de descansar en un estante lo mantendremos cercano, a mano, presto a ojearlo, para revisar, revivir, adivinar y disfrutar de la historia de uno de esos 128 personajes escogido por el lector de imágenes al azar. Un hermoso reto.

 Ucrónicos, María Antonio García de la Vega, Madrid, 2020








viernes, 21 de enero de 2022

Carlos Pérez Siquier

GALERÍA BLANCA BERLÍN

Es curioso que haya dos exposiciones simultáneas del mismo autor en Madrid, las de Carlos Pérez Siquier, lo que da a entender la entidad artística de "el americano" como le llamaban los habitantes de La Chanca. La de Blanca Berlín es en apariencia la más modesta, no obstante las obras tienen una excelente calidad, probablemente porque las fotografías están positivadas -según me han dicho- por Juan Manuel Castro Prieto, un detalle que se escapa en las fotografías que acompañan esta entrada porque, las capturas que he hecho en la sala de exposiciones, apenas se percibe ese plus de calidad por los inevitables reflejos, la pérdida de luminosidad, el contraste, la saturación, no solo en la serie que más me interesa, La Chanca, sino en la sería La Playa que son tantos los reflejos que es imposible reproducirlas.

La Chanca. tres niñas y un galgo. 1958

En la nota de prensa de la exposición, Blanca Berlín destaca que en ella se reúne una serie de fotografías "del que fuera pionero de la vanguardia fotográfica de España y uno de sus autores más irónicos, innovadores y heterodoxos". Tras recordar su labor como fundador del grupo Alfal, y su aportación a la renovación y difusión de la fotografía en España "contribuyendo a la divulgación de un lenguaje fotográfico muy distante del trasnochado pictoralismo peninsular vigente hasta ese momento".

S/T. La Chanca. 1958

"En los 50 se embarcó en su primera serie fotográfica. En el humilde barrio de pescadores de La Chanca retrató la pobreza, y también la belleza de aquellas personas humildes que lo acogieron siempre con generosidad cuando se dejaba ver, cámara al cuello, por sus rincones y calles". Como comento al principio, no faltan fotografías de la serie La Playa de la que he preferido no reproducir ninguna, tan solo traigo las de La Chanca que, por cuestiones personales, son con las que más me identifico.

S/T. La Chanca. 1956-1965

S/T. La Chanca

S/T. La Chanca. 1962

Carlos Pérez Siquier, en Galería Blanca Berlín, en calle Limón, 28 de Madrid, hasta el 30 de julio de 2022


REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

En la actualidad hay una pequeña y excelente exposición de fotografías de Carlos Pérez Siquier (1930-2021), en el museo del Bellas Artes de San Fernando de Madrid. La mayoría de las fotografías son de la serie La Chanca en color, obras de 1960 a 1965, hay que diferenciarla de la primera serie en blanco y negro, -destacar que Pérez Siquier, a diferencia de sus contemporáneos que forman el grupo AFAL, del que es fundador, da el paso a la fotografía en color-. En estas imágenes, entre el reportaje y el documental, aborda escenas de un costumbrismo y naturalidad de elevada dosis de belleza. Pérez Siquier recoge en sus fotografías el valor real de su entorno, de su Almería natal, sin tener que desplazarse para buscar formas artificiosas, capta en su obra el genuino sabor de lo natural sin imposturas que nos trae el recuerdo de Gerard Brenan cuando escribía que Almería es como un cubo arrojado al pie de una desnuda montaña gris, comentario que resume perfectamente las geometrías de La Chanca, sus casas encaladas y el donaire de sus habitantes. Tal como Brenan describe de forma magistral las gentes de Almería hacia 1920, Pérez Siquier lo hace en los años de 1960; algo parece haber cambiado en la arquitectura pero poco en lo esencial de sus habitantes.

La Chanca (Almería) Toma de 1960

La Chanca (Almería). Toma de 1962

La Chanca (Almería) Toma de 1965

La Chanca (Almería) Toma de 1965

La Chanca (Almería) Toma de 1965

Marbella (F-34) Toma de 1974

Carlos Pérez Siquier, en Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid
El texto de Gerald Brenan en Al Sur de Granada, ed. Siglo XXI, Madrid 1993

jueves, 13 de enero de 2022

Goya

 

Un día descubrí, más que descubrir me percaté, que en España tenemos poco aprecio a nuestros antepasados más ilustres, sobre todo algunos que merecen ser recordados casi cada día por quienes nos gusta el arte. Solía visitar la ermita de San Antonio de la Florida con cierta asiduidad y pararme unos minutos frente a la tumba donde reposan los restos de Goya. Tras muchas visitas me llamó la atención que no tenía flores (imaginé que en un museo, como es la ermita, no se permitirán), pero tampoco es un lugar de peregrinación, tan solo es visita obligada para contemplar, de manera gratuita, los frescos que decoran la ermita. Desde entonces la primera visita que hago al comenzar el año es a la tumba de Goya. Primero, como si de un protocolo se tratase, me acerco a la escultura que José Llaneces le hizo, "cinceló y fundió de su propio bolsillo" y envió desde París en 1901, para finalmente regalársela al Estado en 1904. Luego tras cruzar el paseo de la Florida, frente a la escultura, entrar en la ermita donde reposan los restos del pintor. No está permitido hacer fotografías "porque el arte hay que absorberlo con la mirada" me dijo un día la vigilante de la sala. Para esta ocasión he tenido que recurrir a una fotografía que hice hace años de la lápida; de los frescos no tengo ninguna fotografía ciñéndome a los deseos de la vigilante y procuro embeber minuciosamente las imágenes, leer los textos de las cartelas sobre los frescos, su historia, su restauración y la de todo el edificio, como si se tratara de una liturgia. Como siempre se han de ilustrar estos textos, para esta ocasión lo haré con un dibujo que publicó La Ilustración Española y Americana en 1882.

LOS FRESCO DE GOYA EN LA ERMITA DE SAN ANTONIO DE LA FLORIDA
(Copia de las pinturas originales, por Domec)
La Ilustración Española y Americana. Madrid 15 de junio de 1882

Así comienza cada año mi pequeño homenaje a Goya, siguiendo en parte el texto que acompaña al dibujo de Domec: "Pero ningún madrileño ilustrado y ningún viajero que sea verdadero amateur de las Bellas Artes dejan de visitar la humilde y retirada capilla de San Antonio de la Florida: en la gallarda cúpula y en los frontispicios semicirculares que hemos citado, aparecen los famosos frescos de Goya, que reproducimos (según dibujo del natural por Domec)".


LA TUMBA DE GOYA

Lápida de la tumba de Goya en la ermita de San Antonio de la Florida

Francisco de Goya y Lucientes murió el 16 de abril de 1828 con 82 años de edad de una apoplejía en Burdeos (Francia). Se le enterró junto a Martín Miguel de Goicoechea, amigo y consuegro del pintor que había muerto tres años antes. Cuando se iniciaron los trámites para repatriar los restos de Goya a España, -en varias ocasiones se intentó el traslado y otras tantas se paralizaron por diversos motivos-, los enterradores encargados de recuperar los ataúdes encontraron que ya no había resto alguno de los féretros de madera y los huesos de los difuntos estaban esparcidos, los de Goicoechea, que era de complexión pequeña, a la derecha; y a la izquierda los de Goya que era de complexión fuerte y de considerable altura, pero con sorpresa descubrieron que sólo había un cráneo: "La cabeza de Goya había desaparecido".

La explicación que se dio en la época al suceso, -al parecer en aquellos tiempos era frecuente la práctica de robar cadáveres para dedicarlos a estudios de anatomía- fue el robo con ese fin que, unido a la indudable genialidad del artista había propiciado el expolio de su cráneo para estudiar su cerebro. Aunque esto no deja de ser una conjetura porque hubo testimonios de personajes que dijeron poseer su calavera o restos de ella.

Tras los intentos de trasladar los restos a España, y un tiempo de indefinición del lugar definitivo para su enterramiento, los restos de Goya fueron enterrados definitivamente el 29 de noviembre de 1919 en la Ermita de San Antonio de la Florida junto a los de su consuegro Goicoechea. La tumba se instaló tal como la vemos hoy, cubierta con una gran losa de granito que se recubrió a su vez con un entarimado de madera que permitía celebrar misa sin pisar la tumba. Así estuvo hasta 1928 cuando, en la celebración del centenario de su muerte, se construyó una réplica de la ermita unos metros a su izquierda trasladándose allí el culto, quedando desde entonces la capilla y el enterramiento como museo y se liberó del sarcófago de madera que protegía la tumba.

En ese momento se instaló sobre la losa de granito que cubría los féretros la lápida original que formaba parte del mausoleo donde estuvo enterrado Goya en Burdeos. La lápida, la que vemos hoy, tiene forma cóncava y está labrada en piedra caliza. Tiene una inscripción redactada en latín por José Pío Molina, alcalde de Madrid durante el trienio liberal (1820-1823) y amigo del pintor, en la que se indica que Goya murió con LXXXV (85) años, cuando en realidad Goya murió, como hemos dicho al principio, a los 82 años.


REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

Coincidió que en esta visita llevaba conmigo un libro para la leer durante el trayecto del metro, una biografía de Godoy, de Hans Roger Madol, que en la portada estaba ilustrada con un retrato de Godoy obra de Goya que el biógrafo describe así: "Representa a Godoy ante un fondo lleno de movimiento bélico, leyendo un despacho, luciendo numerosas condecoraciones; es un retrato elegante, que contrastaría con el fondo de soldados, si no se supiese que se trataba de aquella campaña inocente, famosa bajo el nombre de la "guerra de las naranjas". La relación de Goya con el Príncipe de la Paz se plasmó en otro cuadro de Godoy a caballo hoy perdido -en el libo se narra cómo el populacho asalta el palacio de Godoy en Aranjuez que prácticamente es destruido y con él todas las obras de arte por lo que cabe suponer que este retrato sufriese las iras del pueblo-. Godoy fue un protector de las artes y "amigo de los artistas". Cuando Godoy accede al poder Goya ya era famoso y se movía en el círculo de influencia de la duquesa de Alba, relata Madol. Godoy compró las dos majas de Goya, así como los grabados de Goya inspirados en obras de Velázquez, los compró para el Estado español, y le encargó a su vez decorar su propio palacio de Aranjuez "el cual pintó varias veces al propio favorito" de Calos IV.

D. Manuel Godoy, Príncipe de la Paz (1801)
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid

El cuadro de Godoy, prestado para una exposición temporal, no pude verlo en esta ocasión, pero me alegró encontrar unos bocetos de los frescos de San Antonio de la Florida pintados al óleo por José María Galván y Candela (1837-1899) en los que representa las escenas de la cúpula, ábside, arcos, lunetos y pechinas en lienzo. Galván y Candela, según la cartela del museo, era un admirador apasionado de Goya, pintó estas copias en 1878, y luego las trasladaría a una serie de 28 grabados que publicó diez años después.

Boceto de los frescos de San Antonio de la Florida (ca. 1878) Óleo sobre lienzo
José María Galván y Candela. Goya y Lucientes, Francisco de (copia)
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid

Para esta entrada he consultado la siguiente documentación:

Madol, Hans Roger, Godoy, Alianza Editorial, Madrid 1987.
Martínez de Velasco, Eusebio, La Ilustración Española y Americana, Madrid 1882.
Rivas Capelo, María José, La tumba de Goya en San Antonio de la Florida, en Madrid.es, 2019

martes, 4 de enero de 2022

Alfonso Ponce de León

Alfonso Ponce de León. Autorretrato - Self portrait (1936) Óleo sobre lienzo

Siempre he tenido, aunque buscase otras obras y otros artistas, un minuto para pararme frente a Autorretrato, de Alfonso Ponce de León. Para traer esta obra me he tenido que sustraer a la connotación del artista y el entorno de la época en que se pintó, pero es más fuerte la trascendencia que tuvo en el ámbito artístico español y en los personajes que, de forma indirecta, evocan este cuadro de Ponce de León. Según la ficha del museo, la obra se enmarca dentro del movimiento realismo mágico aunque transmite una visión onírica y ciertas connotaciones surrealistas. Desconcierta -comenta Esteban Leal- la posición del cuerpo del accidentado y la luz que define los contornos que proyecta misteriosas sombras "que proporcionan al lienzo una apariencia casi fantasmal", luz que en ningún caso es la que proyecta el faro del automóvil.

El cuadro se encuentra en en Reina Sofía de Madrid, y según la ficha del museo, es una obra premonitorio dado que el artista muere poco después de pintarlo. Ponce de León inicia su trayectoria en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid donde coincidió con Salvador Dalí, Maruja Mallo y Margarita Manso -con quien contraerá matrimonio-, y al círculo de amigos de éstos entre los que cabe citar a Federico García Lorca, Luis Buñuel, Enrique Climent y Santiago Ontañón. En su trayectoria artística diseña decorados para La Barraca de García Lorca, y trabaja como actor y director de cine junto a Edgar Neville. En 1933 se funda Falange Española al que se afilia y diseña carteles de propaganda del partido. Al estallar la Guerra Civil es detenido en septiembre de 1936, encarcelado en una checa y muere fusilado unos días después.

Ponce de León se había casado con la pintora Margarita Manso con quien coincidió en el Bellas Artes de San Fernando. Margarita Manso era intima amiga de Maruja Mallo y Salvador Dalí quienes le presentaron a García Lorca. Los cuatro solían pasear juntos y una mañana decidieron hacerlo por la Puerta del Sol y sin el sombrero de rigor de la época, por lo que fueron duramente increpados por los viandantes. Este incidente dio nombre a las mujeres artistas de la Generación del 27, Las Sinsombrero. La amistad de Margarita Manso con García Lorca al parecer llegó a ser íntima, la que se cree fue la única relación erótica de García Lorca con una mujer. Éste le dedicó el poema Muero de amor en Romancero Gitano. No obstante Margarita Manso se enamorada de Ponce de León con quien se acabaría casando. Nada más iniciarse la Guerra Civil, el 18 de agosto de 1936 García Lorca es fusilado por militares sublevados; un mes después corría la misma suerte su marido a manos del milicianos republicanos. En poco más de un mes había perdido Margarita Manso los dos amores de su vida. Se exilia en Italia para retornar a España en 1938. En 1940 se casa con el médico Enrique Conde Gargollo, afín al régimen franquista y editor las obras completas de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange. En su segundo matrimonio tuvo tres hijos; al parecer ninguno de ellos supo nunca, hasta su muerte, la historia de su vida más allá de haber sido la señora del doctor Conde Gargollo. En 1960 con 51 años muere a causa de un cáncer. El colofón a esta historia nos la ofrece leer.es: "Nada queda ya de aquella mujer moderna, protagonista de los sueños eróticos de una generación que alentó con su transgresión el "sinsombrerismo"; de la mujer de ojos penetrantes y mirada profunda que inspiró uno de los mejores poemas del poeta universal".


El descanso (1930-1931) Óleo sobre lienzo

Cuadro de grandes dimensiones 318x175 cm. estuvo en la sala contigua al Guernica de Picasso por lo que era imposible fotografiarlo hasta que se han levantado las restricciones a las cámaras de los visitantes aficionados. Tanto la ficha de la obra del propio museo como la cartela no dan más información; la interpretación queda al libre albedrío del espectador. La obra representa a una pareja al atardecer, él descansa en una hamaca, ella sentada en el suelo apoyada su cabeza en la cadera de él escucha atenta una historia. En el suelo un sombrero y una sombrilla.

Para esta entrada he consultado la siguiente documentación:

Esteban Leal, Paloma, Alfonso Ponce de León en museoreinasofía.es
Esteban Leal, Paloma, Alfonso Ponce de León en biografías.dbe.rah.es
Vida y obra Margarita Manso Robledo en leer.es