Un día descubrí, más que descubrir me percaté, que en España tenemos poco aprecio a nuestros antepasados más ilustres, sobre todo algunos que merecen ser recordados casi cada día por quienes nos gusta el arte. Solía visitar la ermita de San Antonio de la Florida con cierta asiduidad y pararme unos minutos frente a la tumba donde reposan los restos de Goya. Tras muchas visitas me llamó la atención que no tenía flores (imaginé que en un museo, como es la ermita, no se permitirán), pero tampoco es un lugar de peregrinación, tan solo es visita obligada para contemplar, de manera gratuita, los frescos que decoran la ermita. Desde entonces la primera visita que hago al comenzar el año es a la tumba de Goya. Primero, como si de un protocolo se tratase, me acerco a la escultura que José Llaneces le hizo, "cinceló y fundió de su propio bolsillo" y envió desde París en 1901, para finalmente regalársela al Estado en 1904. Luego tras cruzar el paseo de la Florida, frente a la escultura, entrar en la ermita donde reposan los restos del pintor. No está permitido hacer fotografías "porque el arte hay que absorberlo con la mirada" me dijo un día la vigilante de la sala. Para esta ocasión he tenido que recurrir a una fotografía que hice hace años de la lápida; de los frescos no tengo ninguna fotografía ciñéndome a los deseos de la vigilante y procuro embeber minuciosamente las imágenes, leer los textos de las cartelas sobre los frescos, su historia, su restauración y la de todo el edificio, como si se tratara de una liturgia. Como siempre se han de ilustrar estos textos, para esta ocasión lo haré con un dibujo que publicó La Ilustración Española y Americana en 1882.
LOS FRESCO DE GOYA EN LA ERMITA DE SAN ANTONIO DE LA FLORIDA (Copia de las pinturas originales, por Domec) La Ilustración Española y Americana. Madrid 15 de junio de 1882 |
Así comienza cada año mi pequeño homenaje a Goya, siguiendo en parte el texto que acompaña al dibujo de Domec: "Pero ningún madrileño ilustrado y ningún viajero que sea verdadero amateur de las Bellas Artes dejan de visitar la humilde y retirada capilla de San Antonio de la Florida: en la gallarda cúpula y en los frontispicios semicirculares que hemos citado, aparecen los famosos frescos de Goya, que reproducimos (según dibujo del natural por Domec)".
LA TUMBA DE GOYA
Lápida de la tumba de Goya en la ermita de San Antonio de la Florida |
Francisco de Goya y Lucientes murió el 16 de abril de 1828 con 82 años de edad de una apoplejía en Burdeos (Francia). Se le enterró junto a Martín Miguel de Goicoechea, amigo y consuegro del pintor que había muerto tres años antes. Cuando se iniciaron los trámites para repatriar los restos de Goya a España, -en varias ocasiones se intentó el traslado y otras tantas se paralizaron por diversos motivos-, los enterradores encargados de recuperar los ataúdes encontraron que ya no había resto alguno de los féretros de madera y los huesos de los difuntos estaban esparcidos, los de Goicoechea, que era de complexión pequeña, a la derecha; y a la izquierda los de Goya que era de complexión fuerte y de considerable altura, pero con sorpresa descubrieron que sólo había un cráneo: "La cabeza de Goya había desaparecido".
La explicación que se dio en la época al suceso, -al parecer en aquellos tiempos era frecuente la práctica de robar cadáveres para dedicarlos a estudios de anatomía- fue el robo con ese fin que, unido a la indudable genialidad del artista había propiciado el expolio de su cráneo para estudiar su cerebro. Aunque esto no deja de ser una conjetura porque hubo testimonios de personajes que dijeron poseer su calavera o restos de ella.
Tras los intentos de trasladar los restos a España, y un tiempo de indefinición del lugar definitivo para su enterramiento, los restos de Goya fueron enterrados definitivamente el 29 de noviembre de 1919 en la Ermita de San Antonio de la Florida junto a los de su consuegro Goicoechea. La tumba se instaló tal como la vemos hoy, cubierta con una gran losa de granito que se recubrió a su vez con un entarimado de madera que permitía celebrar misa sin pisar la tumba. Así estuvo hasta 1928 cuando, en la celebración del centenario de su muerte, se construyó una réplica de la ermita unos metros a su izquierda trasladándose allí el culto, quedando desde entonces la capilla y el enterramiento como museo y se liberó del sarcófago de madera que protegía la tumba.
En ese momento se instaló sobre la losa de granito que cubría los féretros la lápida original que formaba parte del mausoleo donde estuvo enterrado Goya en Burdeos. La lápida, la que vemos hoy, tiene forma cóncava y está labrada en piedra caliza. Tiene una inscripción redactada en latín por José Pío Molina, alcalde de Madrid durante el trienio liberal (1820-1823) y amigo del pintor, en la que se indica que Goya murió con LXXXV (85) años, cuando en realidad Goya murió, como hemos dicho al principio, a los 82 años.
REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO
Coincidió que en esta visita llevaba conmigo un libro para la leer durante el trayecto del metro, una biografía de Godoy, de Hans Roger Madol, que en la portada estaba ilustrada con un retrato de Godoy obra de Goya que el biógrafo describe así: "Representa a Godoy ante un fondo lleno de movimiento bélico, leyendo un despacho, luciendo numerosas condecoraciones; es un retrato elegante, que contrastaría con el fondo de soldados, si no se supiese que se trataba de aquella campaña inocente, famosa bajo el nombre de la "guerra de las naranjas". La relación de Goya con el Príncipe de la Paz se plasmó en otro cuadro de Godoy a caballo hoy perdido -en el libo se narra cómo el populacho asalta el palacio de Godoy en Aranjuez que prácticamente es destruido y con él todas las obras de arte por lo que cabe suponer que este retrato sufriese las iras del pueblo-. Godoy fue un protector de las artes y "amigo de los artistas". Cuando Godoy accede al poder Goya ya era famoso y se movía en el círculo de influencia de la duquesa de Alba, relata Madol. Godoy compró las dos majas de Goya, así como los grabados de Goya inspirados en obras de Velázquez, los compró para el Estado español, y le encargó a su vez decorar su propio palacio de Aranjuez "el cual pintó varias veces al propio favorito" de Calos IV.
D. Manuel Godoy, Príncipe de la Paz (1801) Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid |
El cuadro de Godoy, prestado para una exposición temporal, no pude verlo en esta ocasión, pero me alegró encontrar unos bocetos de los frescos de San Antonio de la Florida pintados al óleo por José María Galván y Candela (1837-1899) en los que representa las escenas de la cúpula, ábside, arcos, lunetos y pechinas en lienzo. Galván y Candela, según la cartela del museo, era un admirador apasionado de Goya, pintó estas copias en 1878, y luego las trasladaría a una serie de 28 grabados que publicó diez años después.
Para esta entrada he consultado la siguiente documentación:
Madol, Hans Roger, Godoy, Alianza Editorial, Madrid 1987.
Martínez de Velasco, Eusebio, La Ilustración Española y Americana, Madrid 1882.
Rivas Capelo, María José, La tumba de Goya en San Antonio de la Florida, en Madrid.es, 2019
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