martes, 25 de junio de 2019

Fra Angelico

LA VIRGEN DE LA HUMILDAD

Hay en la actualidad un montaje especial en el Museo Thyssen de Madrid que me ha obligado a ir tres veces en una semana, sobre todo, para ver esta obra de Fra Angelico (Fra Giovanni de Fiesole), Virgen de la Humildad, pintada entre 1433-1435, temple sobre tabla, (98.6x49.2 cm). La obra habitualmente se expone en Barcelona. Es de una ejecución exquisita, lástima que la iluminación no sea la mejor, pero tan solo poder ver el rostro de la Virgen y el azul del manto vale la pena el viaje todas las veces que sea necesario. A cada lado de la Virgen que sostiene al Niño, hay dos ángeles, también con manto azul y a los pies dos ángeles músicos, uno con manto rosa y el otro azul. La composición es muy similar a la Virgen de la Granada del Museo del Prado.

Fra Angelico. Virgen de la Humildad 1433-1433

La imagen que os dejo es una de la veintena que hice, bastante deficiente pero todas las fotografías salieron mal, no sé si por falta de pericia o por la iluminación, durante las dos visitas que he hecho al museo el fin de semana. Tendré que esperar a que publiquen alguna reproducción que pueda dar idea de la delicadeza que expresa la tabla.

Virgen de la Humildad, de Fra Angelico en Museo Thyssen Bornemisza de Madrid.


LA ANUNCIACIÓN


Aún recuerdo aquel día, -se lo comento a la vigilante de sala del Museo Romántico de Madrid- cuando terminé mi visita al Museo del Prado, que siempre al concluirlas suelo hacer el mismo recorrido antes de abandonar la última sala frente al Descendimiento de Roger van der Weyden y otras veces frente a La Anunciación de Fra Angelico. Pero aquella tarde sentí una fuerte convulsión: La Anunciación no estaban en su lugar de costumbre, tan solo había una pequeña nota que indicaba que estaba en restauración.


Días después de la presentación de la restauración -seguía con mi conversación con la vigilante de sala que a la que había conocido en el Museo Cerralbo- fui a ver la exposición que gira en torno a la obra de Fra Angelico, con el sugerente subtítulo y los inicios del Renacimiento en Florencia. La presentación es formidable. Se inicia el recorrido con Brunelleschi, y obras de DonatelloMasaccio, Ucello y Lippi; los inicios de Fra Angelico y la maravillosa predela del retablo mayor de San Domenico de Fiesole, obra de juventud -tenía 21 o 22 años-, hasta llegar a la sublime belleza de La Anunciación. Una vez frente a ella la primera sensación es que aquel cuadro no es el mismo que durante tantos años había estado mirando desde la primera vez que entré en el museo hace ahora 40 años. La obra, -le dije a la vigilante que me escuchaba con suma atención-, es increíblemente hermosa; es casi imposible fijar los ojos en un solo punto del cuadro, los rostros del arcángel Gabriel y la Virgen; las alas del arcángel es una extraordinaria obra por sí solas, el color azul de la bóveda y el azul del manto de la Virgen, los delicados ropajes de Gabriel y el difuminado del suelo. Luego, como si se tratara de otra obra, la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén con una detallada y exuberante fronda del paraíso -aquí se lee la humanización de la escena, y el hecho relevante de que el fondo no sea plano, de un solo color, que solía ser dorado, sino que se cubre por completo, al parecer para poder realzar el rayo divino que ilumina a la Virgen. Nunca, le dije, he visto obra similar, como recién pintada, de una belleza que borda el desvarío. No te olvides, le dije para terminar, de pararte frente a Berruguete al final de la exposición. No dejes de verla.

Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia, en Museo del Prado de Madrid, hasta el 15 de septiembre de 2019.

Donatello. Virgen de la granada. h. 1420-25

Donatello, fue uno de los artistas que influyeron en la formación de Fra Angelico, está representado en la exposición con esta Virgen de la granada, h. 1420-25, terracota policromada del Museo Stefano Bardini de Florencia.


VIRGEN DE LA GRANADA

Fra Angelico. Virgen de la granada. h. 1426.

La Virgen de la Anunciación de Fra Giovanni da Fiésole, describe Manuel Mujica Lainez en uno de sus relatos de Un novelista en el Museo del Prado, es la más bella y prestigiosa de cuantas hay en el museo, habida cuenta de la gran cantidad que hay en él, y no es por nada, sino que la pinto el Angelico, a quien hoy se le llama Beato e incluso puede que algún sea Santo, y refiere que mientras el fraile pintaba los ángeles mismos revoloteaban a su alrededor y le pasaban los pinceles porque, asegura, para lograr ese azul hay que haber andado por el Cielo. Y recordaba esta cita, que encabeza el pasaje, sobre las quejas y amarguras de la Virgen del Maestro de Sopetrán por la que los visitantes pasan de largo apenas sin fijarse ¡Nos miran apenas! Se lamentaba. Y mientras recordaba esto, podía ver a la entrada del museo una sección del cuadro de la otra virgen de Fra Giovanni que tiene el museo, la Virgen de la Granada, que descansa hoy junto a la Anunciación, y que Mujica Lainez no llegó a ver allí, puesto que se adquirió a la Casa de Alba pasados más de treinta años de la muerte del novelista.

miércoles, 19 de junio de 2019

Leila Alaoui: Los marroquíes


Con Los marroquíes estamos ante un proyecto fotográfico realmente hermoso, por decirlo de alguna manera, de la fotógrafa marroquí Leila Alaoui. Lo es por la indudable calidad de las fotografías, y lo es porque el proyecto busca no solo la belleza que muestran las imágenes, sino por el valor antropológico que encierra en sí mismo. Alaoui busca en sus personajes la autenticidad que aún pervive en distintas regiones de Marruecos, huyendo del folclore y de ese aire bucólico y orientalista, sino la cultura y la gente de su país a la que aún no ha alcanzado la globalización cultural a la que el país vecino tampoco es ajeno.


Muy actual, el trabajo de Alaoui me recuerda en el tiempo la labor del norteamericano Paul  Bowles que recogía música e instrumentos del folclore marroquí, se paseaba por el país con una grabadora por encargo del su gobierno recopilando documentos sonoros. Más atrás aún quedan los trabajos de Ortiz Echagüe o de Nicolás Muller -éste último lo pudimos ver en la pasada edición de PHotoEspaña2018- que abordaron la fotografía costumbrista marroquí.


La presentación que hace Björn Dahlström -director del Museo bereber de los Jardines de Majorelle y del Museo Yves Saint Laurent de Marrakech- en el cuadernillo de la exposición, nos ayudará a ver y comprender en parte la obra de Alaoui: "nada es folclore, sin trucos, prueba de ello es la objetividad de estas fotos", retratos de personas cotidianas, mujeres y hombre, viejos y jóvenes, del norte de Marruecos, del valle del Rif, del Alto Atlas, del sureste del país a las puertas del Sahara, Tánger o la gran plaza de Marrakech, "con sus músicos, sus acróbatas, sus pitonisas y sus aguadores". Cada personaje está retratado de frente y "el gran formato de las imágenes, les otorga un aire solemne y noble", y cada uno con las herramientas propios de su oficio: "instrumentos musicales, cartas de tarot, serpientes, ..." que identifican a cada uno de ellos con su entorno y su vida "En las imágenes, la artista elabora una clara cartografía de Marruecos a través de unos elementos que sus protagonistas lucen con orgullo". Concluye Guillaume de Sardes, comisario de la exposición, que Alaoui en sus fotografías"no busca componer postales, ni fomentar lo pintoresco. La idea de lo pintoresco es un anatema para la fotografía real. Al resaltar lo que ella llama, "el universo estético marroquí" saca a la luz su belleza intrínseca y absoluta, desvinculada de condicionamientos sociales e históricos". Y a partir de aquí sólo queda al visitante pasearse por la sala en forma de U en una deliciosa penumbra que favorece la visión de las obras y pararse frente a unas imágenes cargadas de belleza y sensibilidad.


Leila Alaoui (1982-2016) fotógrafa y la artista franco-marroquí, murió en un atentado en Uagadugú (Burkina Faso) a consecuencia de las heridas recibidas mientras realizaba un reportaje en ese país para Amnistía Internacional.

Los marroquíes, de Leila Alaoui, en Casa Árabe en calle Alcalá, 62, Escuelas Aguirre Madrid, entrada gratuita. Hasta el 22 de setiembre de 2019

Leila Alaoui


lunes, 17 de junio de 2019

Berenice Abbott

Perfil de Manhattan. I. South Street y Jones Lane. 1936

 Berenice Abbott. Retratos de la modernidad. Con este título se presenta esta excelente exposición sobre la obra de una excepcional fotógrafa norteamericana, tanto por su contenido histórico, artístico y técnico como personal. En esta entrada voy a seguir las pautas de la exposición. Berenice Abbott -llega a Nueva York en 1918 con sólo veinte años y "se da de bruces con aquello que andaba buscando aunque entonces no lo supiera" y entra en contacto con un grupo de intelectuales entre los que estaba "Mina Loy, Marcel Duchamp, Djuna Barnes, etc.". Abbott, cuya intención era ser periodista, al carecer de los recursos que los miembros del grupo tenían, se ve obligada a acepta los más inverosímiles trabajos, "pese a todo, como aquellos vanguardistas, está decidida a reescribir el relato normativo y revisar y revisar sus exclusiones impuestas", y lo hace "a través de un deslumbrante objetivo fotográfico: su mirada aguda es capaz de captar las diferentes modernidades y retenerlas". A partir de aquí el espectador, a través de los paneles y las secciones en las que esta dividida la muestra puede valerse por sí y recorrer este trozo de historia de la fotografía: los retratos, la ciudad -bellísimas arquitecturas y panorámicas excepcionales de Nueva York -que persigue obsesiva del cielo al suelo- y las interesantes imágenes sobre la ciencia.

Edward Hopper, 1949

Gran retratista, la muestra recoge varios retratos entre los que cabe destacar a James Joyce, uno magnífico de Edward Hopper y dos de 1927 de Eugène Atget. -"fotógrafo adorado por los surrealistas y testigo del París de finales del siglo XIX". Mención constante merece la figura de Atget a quien descubrirá durante su estancia en París y de quien recibirá una fuerte influencia y en quien "se inspirará para realizar su gran proyecto Changing New York". También en París Abbott va a conocer, a Man Ray. Amiga y ayudante de este último Abbott le propondrá "un "documentalismo artístico", una manera de mirar que descubre en Eugène Atget, a quien promociona con la devoción de una personalidad generosa".

Vista desde West Street, West Street 115-119, Manhattan. 1938 

En el aspecto artístico, -nos recuerda el folleto- Abbott  va a huir "de las supuestas artificiosidades del arte". Es aquí, en estas fotografías donde documentará espléndidamente la ciudad de Nueva York: puentes, edificios, puerto, comercios, con amplio repertorio de composiciones magistrales y una riqueza extraordinaria plasmado en un trabajo que escapa, como recalca en el folleto, del adjetivo "documental por ser demasiado exiguo".

Broome Street 504-506. 1935

Vita aérea de Nueva York de noche. 20 marzo 1936
Una copia de esta fotografía se puede ver en el Museo Reina Sofía
de Madrid con el título Nueva York de Noche, 1932 / Copia posterior

La exposición mantiene una gran intensa debido al ritmo del montaje, es una de las mejores que he visto, tanto por la riqueza y calidad de las imágenes como su extraordinaria técnica y la variedad temática que desarrolla Abbott, sintetizada en las tres que he mencionado -el retrato, la ciudad y la ciencia-, y mantiene la atención del espectador a través de un hilo conductor muy bien trazado que la hacen ágil y amena.


Berenice Abbott. Retratos de la modernidad, en Fundación Mapfre, en Recoletos, 23 de Madrid, hasta el 25 de agosto de 2019.

Pavimentadores 1899-1900 de Eugène Atget
Propiedad de George Eastman Museum
Detalle de Janet Flanner en París 1927.
Portada del tríptico de la exposición
Eugêne Atgel (1927)



sábado, 15 de junio de 2019

Fernando Cernadas


A veces, en mis encuentros con Fernando Cernadas, hablamos de Antonio López mientras recorremos las salas de exposiciones y comentamos algunas de las obras que expuestas, no es una referencia, pero Fernando conoce a López y habla con él también de arte. Luego nuestra conversación trasciende algo más que arte, unas veces a la técnica, otras al arte por el arte; no es un diálogo academicista y teórico, es pura sencillez. Una mañana, fue a primeros de año, fui a una sala en la calle Marqués de Cubas donde exponía Fernando. Estuve viendo sus obras, las que ilustran esta entrada, por primera vez. Eran formatos grandes No tienen título, le dije más tarde. No, no las titulo -me contestó-. Recuerdo que hablamos del concepto espacial de algunas de ellas, obras abiertas como si se esperase la continuación en un lienzo contiguo; en otras la obra se expanden suavemente sobre un fondo difuminado en el que parecen gravitar o trasladarse a través un espacio en el que el movimiento semeja quietud. Otras veces dibuja. Sus dibujos proyectan un vigor sorprendente: el rostro del retratado parece descompuesto, desarmado, como si se hubiese despiezado la cara de un autómata y al volver a montarlo sobran piezas y dejan al aire los vanos de unas cuencas vacías, una boca desdentada o la profunda fractura de un cráneo,


Fernando Cernadas tiene una pintura visceral, tan enérgica como enigmática, genuina, fiel a sí mismo, sin intentar confundir ni impostar al espectador, tan solo expresar sentimientos. Por pintura visceral entiendo aquella que surge de lo más profundo de las entrañas del artista, algo que es difícil de ocultar porque en cuanto surge y se plasma en el lienzo, cualquier acción posterior deja la obra sin sentido, muerta, vacía y yerma. Y en estos parámetros se mueve nuestro autor, en el más puro expresionismo abstracción y el informalismo a la vez que desprende un inequívoco trasfondo espacial: planos, lindes como quien se asoma desde un monte y a sus pies visualiza un plano cuarteado de valles, casas, bosques y ríos que serpentean caprichosamente.


Pero en su obra no queda nada al albur en su proceso integrador en las formas. En la sala de Marqués de Cubas, los visitantes, como si fuesen transeúntes de una céntrica calle o los excursionistas que vadean esos valles, arroyos y caminos intransitables, pasaban entre las obras interponiéndose brevemente entre yo y la obra, interrumpiendo la contemplación de los cuadros creando una escena cotidiana, ajenos estos a cualquier composición porque ellos mismos forman parte de la composición misma, el público tan informal como vigoroso, genuino, abstracto y sincero.


viernes, 14 de junio de 2019

Pilar Pequeño


Si en algún lugar están más acorde las fotografías de Pilar Pequeño ese lugar es el Jardín Botánico. Había visto una, al menos, en la la sede de Amigos del Museo del Prado; ahora de forma inesperada vi el anuncio de esta exposición en el Botánico de Madrid, justo en el momento en que eclosiona la primavera, donde el público y artistas se arremolinan frente a los parterres, fotografiando y pintando. Hace tiempo que no veo a Pilar, pero tengo un grato recuerdo que con esta muestra vuelve a traerme a la memoria la paz inmensa que transmiten sus flores, sus hojas y su obra. Con el título Tránsitos. El agua, la luz y las plantas en la obra de Pilar Pequeño, en la que nos trae entre otras imágenes rebosantes de color y quietud, unas primeras imágenes exquisitas en blanco y negro.

Bodegones. Nardo (1938)

Serie Hojas (1985)

Bodegones. Acelga (1983)


Tránsitos. El agua, la luz y las plantas en la obra de Pilar Pequeño en Jardín Botánico de Madrid, plaza Murillo, 2 de Madrid.




Años después, -cinco parecen una eternidad- paseo de nuevo frente a las imágenes de Pilar Pequeño, y en el mismo lugar, en la galería Marita Segovia. Si en aquella ocasión fue la percepción de la luz lo que me sedujo, un viaje a través de la voluptuosidad de unas flores capturadas entre minúsculas burbujas en el agua, éste era rememorar de nuevo la vuelta a un lugar favorito como propusiera Proust, en su elogio a la lectura. Un viaje a un pasado reciente para descubrir nuevas sensaciones, las mismas si cabe pero renovadas, como si las imágenes sean, y son capaces, de sustituir al libro, nuestro libro favorito que induce a la lectura, a una nueva lectura sin más texto que el que nos proporciona el color, incluso la ausencia del color, para perpetuar en nuestro subconsciente la imagen de la flor preferida, buscar los aromas ausentes que percibimos antaño y provocar en nuestro cerebro el mágico engaño, la ficción y el hechizo de la fotografía.


Pero esta vez no era el elogio sublime de la lectura, aunque sí podría apreciarse esa parte en la que Proust se dedica a describir los silencios de sus familiares entorno a los gustos y sabores de las comidas, las vajillas y los fogones, el punto de sal del tal o cual plato que al probarlo, apenas rozando los labios, -la abuela, o quizá la madre- esperaban impacientes, hasta el martirio, una opinión que sentenciara que aquella fruta no estaba lo suficientemente madura o almibarada. Esa parecía ser la sensación del espectador frente a las fotografías de Pilar Pequeño, al revivirlas en su obra: el color suave de los membrillos o esos grises que conforman el blanco y negro, donde refulgen destellos de ciruelas, uvas o brevas que descansan sobre bandejas de plata, -se me antoja plata porque también pudieran ser aluminio o alpaca-. Es en estos detalles donde se cumple el axioma de que la obra de arte no ha de ser explicada cuando tiene la virtud de sugerir y provocar sensaciones en el espectador. De ahí el delicioso recuerdo de los argumentos de Proust tan apropósito de la lectura ahora en estas imágenes.


Y el ambiente, el entorno, la sala que alberga las fotografías y el diálogo de éstas con las piezas de Rafael Muyor nos traslada de nuevo a Proust y el recóndito lugar donde leía con pasión, y al igual que él esperaba que los mayores se acostaran para tomar de nuevo su libro, el espectador espera que le dejen solo en la galería frente a las obras que sugieran emociones y, en su soledad, recorrer detenidamente las salas de la galería, deambular entre cuadros, muebles y esculturas, y buscar en ellas la belleza de esos objetos -los que detalla Proust- que habían llegado a su dormitorio no en función a su comodidad, sino por puro capricho, un capricho que procuraba que su habitación pareciese hermosa. Y de entre esa belleza que se degusta a solas, surgen las obras de Pilar Pequeño, acomodadas entre muebles de la galería como los grabados de obras famosas que adornaba la habitación de juventud del escritor francés, para reconfortarnos y degustar su obra.


Pilar Pequeño en Galería Marita Segovia, calle Lagasca, 7 de Madrid, hasta el 27 de julio de 2019



martes, 11 de junio de 2019

Antonio Lamela: Torres Colón


Torres Colón. 1969-2019 Cincuenta años del inicio de su construcción. Con este título se celebra en el Centro Cultural  de la Villa Fernán Gómez la exposición sobre las emblemáticas Torres Colón, edificadas justo enfrente de ese centro cultural. Las torres tiene dos valores relevantes, por un lado el puramente arquitectónico que desde el punto de vista técnico es excepcional; y por otro lado el social desde el punto de vista humano, una lucha para hacer frente a problemas políticos y técnicos en una época tan difícil como el franquismo. Al respecto, el propio Antonio Lamela comenta en el video que acompaña la exposición: "Yo siempre soy optimista a cualquier problema con que el hombre tiene que enfrentarse; el hombre tiene una enorme capacidad de reacción y una enorme capacidad de adaptación ante sus problemas, y ante problemas verdaderamente grandes es cuando el hombre se crece".

Proyecto de las torres
Brevemente apuntar que -siguiendo a Ángel Urrutia- la singularidad de la obra que llevó a cabo el equipo de Antonio Lamela fue introducir "en España el sistema estructural suspendido de hormigón comprimido en las Torres Colón", el sistema constructivo de las torres que difería del modelo tradicional de construcción: "excavación, cimentación de un núcleo por hormigonado hasta su coronación, estructuración de un cabeza o paraguas, excavación y cimentación del resto del edificio y, por último, realización de las plantas colgadas (hacia abajo) y de las bajas (hacia arriba) simultáneamente"; o lo que es lomismo, "lo que parecía imposible: la casa se empezaba por el tejado".

Amador Lamela, Antonio Lamela, Rudolph Flinterman y José Veiga
La exposición la voy a dividir en dos apartados; el técnico, con la exposición planos, maquetas y material gráfico: revistas, fotografías y varios paneles en los que se van describiendo el desarrollo de la obra; y el segundo centrado en el aspecto humano por el que van desfilando los personajes que llevaron a cabo el proyecto, en un interesantísimo cortometraje cuyo enlace colocamos al final de esta entrada. El cortometraje comienza con la descripción del edificio: "se compone de dos cuerpos, el basamental con diez plantas, siete de ellas subterráneas; y el cuerpo superior formado por las torres", en un sistema de construcción en el que los pisos estarán colgados los de abajo de los pisos superiores. A partir de aquí comienza lo que podemos considerar el lado humano de la exposición. En él aparecen Antonio Lamela; su hermano y codirector de la obra Amador Lamela, el conductor del reportaje e hijo del primero, Carlos Lamela, todos arquitectos, y el ingeniero Javier Manterola, en el que comentan y detallan las vicisitudes del proyecto, coincidiendo en que fue sin duda, el más importante en el que habían trabajado.


El proyecto del Estudio Lamela tenía como objetivo encajar un edificio en el eje que formado por la calle Goya y la calle Génova en lo que era la ordenación de la plaza Colón. Se les encarga un edificio que debía ser una unidad única de 40 plantas de uso residencial, destinando las plantas bajas a uso comercial, aunque al final el proyecto se transformará en 2 unidades de 20 plantas cada una. "El estudio de las necesidades del programa  y su adecuación a la parcela existente hizo que el Estudio encontrara una contradicción insalvable entre el programa de necesidades y la utilización de las estructuras convencionales"; de tal manera que "la solución estructural óptima era diferente para cada parte, ya que mientras las plantas bajas de comercios y establecimientos necesitaban de grandes luces entre soportes, éstas significaban un encarecimiento innecesario en las torres. Si prevalecía, en cambio, una estructura adoptada a éstas, se hacían inutilizables las plantas inferiores". Esto provocaba un problema irresoluble, según explica el folleto de la exposición, del que surge "la idea, aparentemente utópica, de "colgar" las torres, lo que permitía plantear una doble estructura mediante la que era posible independizar las dos partes. Al final, el conjunto estaría formado por tres edificios casi independientes: el basamental y las dos torres. La elección de la solución "suspendida" permitió aprovechar al máximo el reducido solar, ofreciendo la única posibilidad de cumplir los complejos requisitos de las Ordenanzas Municipales".

"El sistema estructural de las torres, -continúa el texto- se diseñó completamente en hormigón armado, utilizando hormigones postensados de alta resistencia. De este modo el Estudio se apartó de la técnica más difundida". Al inicio la obra, -destacan los autores- no existía un sistema de construcción de referencia en el mundo de un edificio que no tuviese suelo. La obra es compleja y se ven obligados a trabajar las 24 horas del día toda vez que uno de los principales problemas fue el hormigón: las corrientes de aire que se producía en la torre hueca al elevarse llegaba a congelarse y provocaba que el hormigón no fraguase. Éste fue uno de los problemas técnicos que supieron afrontar calentando la grava. No obstante, el principal problema fue la paralización de la obra. Al cabo de tres años, en 1970, el Ayuntamiento -a cuyo frente se estaba Carlos Arias Navarro- ordena su paralización y propone su demolición parcial. Por lo que han de acudir a los tribunales que al final da la razón al Estudio. Tras la sentencia, y sobre todo por el alto coste que representaba el derribo parcial, se negocia la continuación de los trabajos y el cambio de uso de las torres, de residencial pasan a ser oficinas. Las obras se reanudan en 1973 para concluirlas en 1976.


La singularidad de la obra tuvo también repercusión en el ámbito internacional: "En el Congreso Mundial de Arquitectura y Obra Pública, de Hormigón Pretensado, celebrado en Nueva York en 1975, el Instituto Eduardo Torroja presentó el proyecto como aportación española" considerándose el "edificio de más avanzada tecnología en construcción edilicia hasta 1975 realizado con hormigón pretensado". Posteriormente la obra será reformada, lo hará el propio Estudio Lamela (1989-1993) por exigencias de seguridad que obligaban a la instalación de una escalera de incendios, lo que propició unir ambas torres, "culminado en coronación tardo-expresionista/decó" que -según Urrutia- corroboraba "su argumento conocido que una pareja es una unidad", aspecto con que que podemos contemplar hoy las torres.

Antonio Lamela en su estudio
Para esta entrada he consultado tanto el cortometraje que aludo  los paneles informativos de la exposición, la siguiente bibliografía:

Arquitectura Española Siglo XXUrrutia, Ángel, Cátedra, Madrid, 2003
Catálogo de la exposición, Esteban, Concha, 2017.

Las imágenes son de los paneles informativos de la exposición, excepto la que encabeza la entrada que es propia.


Torres Colón 1969-2019 en el Centro Cultural de a Villa Fernán Gómez, en Plaza de Colón de Madrid, hasta el 21 de julio 2019. Entrada gratuita. Muy interesante es el enlace al vídeo proyectado en la sala de exposiciones: https://www.youtube.com/watch?v=jq91xeV8onw 



REFORMA DE LAS TORRES COLÓN

En 2020 se presenta un nuevo proyecto de reforma de las torres que tiene una fuerte contestación en la que se debate sobre si se respeta la estructura de las torres. Las obras de reforma se inician en 2020 y se espera que concluyan en 2022. La primera operación ha consistido en retirar el remate Art-decó, conocido  popularmente como "enchufe", que se instaló en la reforma de 1989-1993 por exigencias municipales de seguridad obligando a instalar un sistema de evacuación de incendios entre ambas torre, y de las que nunca estuvo de acuerdo el propio Lamela. El proyecto que, además de buscar de eficiencia energética, cambiará el color cobrizo con que fue recubierto en aquella reforma para vestirse de un color azulado, y se añadirán cuatro plantas más de altura, aunque no se superará la altura original de las torres de 116 metros.

Estado de las obras (22-12-2020)

Estado de las obras (16-02-2021)

Estado de las obras (11-06-2022)

Estado de las obras (17-09-2022)

Estado de las obras (01-10-2022)

Estado de las obras (12-01-2023)

Estado de las obras (03-10-2023)

Estado de las obras (04-12-2023)

Estado de las obras (09-01-2024)

Retirando las grúas (14-01-2024)