domingo, 15 de diciembre de 2024

Mateo Hernández


Esta Bañista (1925) escultura del bejarano Mateo Hernández,(1884-1946) es sin duda una de las obras más viajeras del Reina Sofía. Suele moverse o en ocasiones desaparecer, o quizás esa fue la sensación que he tenido durante un tiempo en que no llegué a ubicarla. Hoy está en este rincón donde el espectador puede verla con más reposo y tranquilidad, algo alejada de los tránsitos de visitantes deseosos de encontrar obras de autores más renombrados. Hernández, un escultor de clase humilde, su padre era cantero y él fue aprendiz de cantero; tuvo unos inicios muy difíciles, llegando a no pagarle las obras que le encargaron y entregó. Viajó para perfeccionar su pasión por la escultura, primero de su Béjar natal a Salamanca, después a Madrid, a la Real Academia de San Fernando, donde no aguantó un curso, -partidario de la expresión pura y popular, huía del academicismo-; de vuelta a Salamanca viajó, tras nuevos fracasos, a París donde, entre idas y venidas, acabó residiendo hasta su muerte. 

Detalle del busto de Bañista (1925)

La escultura es el retrato de su compañera Fernande Carton, maestra que lo acogió en su primer viaje parisino y de quien se enamoró. Esculpida en granito coral de Finlandia mediante talla directa (devastando la roca directamente con martillo y cincel) y pulida. Aunque Hernández no llega a encasillarse en los movimientos de vanguardia de su tiempo, se considera la obra como expresión del art decó. Tiene unas medidas algo superiores al natural 187 x 54 x 63 cm. La obra es parte del legado que hizo el artista en su testamento al Estado español.



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