Cuando se llega al
Hipódromo de la Zarzuela no se tiene la sensación de estar en un lugar de diseño, ni un lugar donde ni el entorno ni el Monte del Pardo se haya alterado deliberadamente de forma abrupta. Los caminos son de tierra y del aparcamiento, entre encinas, tan sólo sobresalen de forma discreta los postes que indican las zonas del propio aparcamiento, de tal manera que, lo primero que encuentra el visitante atento es un pequeño edificio, más parecido a una pérgola techada de tejas rojas, que resguarda a los visitantes que hacen cola en las taquillas, que se asemeja más a las dependencias de una dehesa que a un edificio de oficinas. Del edificio principal, las tribunas y del resto de dependencias, no se ve nada hasta que no se ha traspasado la entrada.
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Taquillas de la entrada Sur |
El
Hipódromo de la Zarzuela (1934-1936) surge de la necesidad de
trasladar la actividad del antiguo
Hipódromo Real que debía derribarse a consecuencia del desarrollo del plan de
Secundino Zuazo que ampliaba hacia el norte la ciudad de
Madrid. El plan comprendía desde los
Altos del Hipódromo, donde el propio
Zuazo proyectó en 1934 los
Nuevos Ministerios, hasta la actual plaza
Castilla. Para construir el nuevo hipódromo se convocó un concurso de Anteproyecto de construcción resultando ganador el presentado por los arquitectos
Carlos Arniches y
Martín Domínguez, y el ingeniero
Eduardo Torroja. Siguiendo a
Ángel Urrutia, en su libro
Arquitectura española del siglo XX, algunas de las propuestas
eran de gran brillantez, "
Pero la obra premiada, mediando además la personalidad
de un ingeniero como Torroja, alcanza la categoría de obra maestra universal,
de nivel tan superior que precisa, más que palabras descriptivas, sensibilidad
y comprensión inmediata del espectador". El proyecto, añade, era de gran complejidad y debía observar la "
buena ubicación y aislamiento de las cuadras,
pistas susceptibles de futuras ampliaciones, accesos fáciles a las taquillas de
apuestas, también a las tribunas, que deben tener independencia y perfecta
visibilidad, sobre todo a la insistentemente referida al paddock".
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Paddock |
Todas estas exigencias se salvan de forma brillante, o
como dice
Urrutia, a través de una verdadera obra maestra de la arquitectura que es casi
imposible percibir si no se está frente a ella. Es una obra totalmente integrada
en el medio que permite al espectador disfrutar del entorno tanto de manera visual
mediante un calado, que comentábamos al principio, evitando la sensación de espacio cerrado, como la actividad propia del recinto: las carreras. Pero si sorprende la belleza de estas arcadas no menos impresionante
es la sensación que se experimenta en las tribunas. Tras atravesar el hall donde se sitúan modernas pantallas y taquillas de apuestas, se sale junto a la pista para poder contemplar la espectacularidad de las tres viseras voladas que cubren las tribunas. Como describe
Urrutia: sus autores,
Arniches,
Domínguez y
Torroja "
intentan integrar el conjunto en el entorno mediante un calado cuerpo inferior a base de arcos fluidos y una tribuna cubierta con visera lobulada en secuencias tan ingrávidas como el aleteo de las aves en vuelo". El resultado, añade, es tal que "rara vez ha podido verse mayor eficacia funcional y sinceridad estructural en la solución adoptada para la tribuna por Torroja, verdaderamente increíble".
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Tribuna Central |
De manera más pormenorizada nos describe la cubierta que proyecta
Torroja: "
La cubierta -hiperboloides de una hoja de eje horizontal y secantes entre sí, con ligera inclinación y juntas en las claves para que resbalen mejor las aguas de la lluvia-, alcanza 12,8 m de vuelo y 5 cm de espesor en los extremos, se apoya en pilares separados a 5 m y retrotraidos para no perturbar la visibilidad, estando ingeniosamente contrapesada por una visera más pequeña posterior y el voladizo del hall donde se ancla", que será, como "
bella arte", y "
referencia constante para ingenieros y también arquitectos interesados en las cubiertas laminares".
La construcción del hipódromo estaba prácticamente terminada cuando estalló la guerra civil. El propio
Torroja, en un artículo en la
Revista de Obras Públicas de 1941, analiza los pormenores técnicos, pruebas y cálculos de resistencia, elasticidad y estructuras, publicado poco después de la inauguración que hubo de retrasarse hasta ese año: "
Las estructuras, prácticamente terminadas antes del 18 de julio de 1936, pasaron en pleno frente de combate la larga temporada del asedio de Madrid. Como consecuencia de ello, todas las estructuras, y particularmente todas las cubiertas, sufrieron repetidos cañoneos, que produjeron abundantes perforaciones, debidas a impactos, si bien afortunadamente el área de destrozo de cada uno de ellos fué relativamente pequeña. Muchas de estas perforaciones dejaron a la vista las armaduras principales, pero, a pesar de ello, no hubo derrumbamiento de ninguno de los lóbulos, pudiendo repararse con toda facilidad, sin necesidad siquiera de apear la cubierta, excepto en uno de los lóbulos, en que el impacto había hecho un destrozo relativamente importante junto al punto de anclaje del tirante correspondiente, donde aparecía la fisura claramente penetrante hacia el interior, con inclinación respecto a las máximas compresiones, lo que hacía particularmente peligrosa la reparación sin apeo". No sólo afectó la guerra civil al conjunto de la obra sino que sus autores corrieron diferente suerte. Tanto
Torroja como
Carlos Arniches permanecieron en
España al terminar la contienda mientras que
Martín Domínguez se exilia en 1937 a
Cuba y muere en 1970 en
Nueva York.
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Panorámica desde la tribuna sur |
El espectador, tras cruzar el hall y entrar en los jardines cercanos a la pista, se encuentra entre la belleza de la estructura proyectada por
Arniches,
Domínguez y
Torroja, y la pista de carreras con la fronda de la ribera del río Manzanares y un horizonte en el que se yerguen algunos de los edificios emblemáticos de Madrid. Terminar señalando que el
Hipódromo de la Zarzuela es propiedad de
Patrimonio del Estado a través de la
Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI) y una pequeña parte de
Apuestas del Estado; está declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.
Para esta entrada he consultado las siguientes publicaciones:
Urrutia, Ángel,
Arquitectura Española Siglo XX, Cátedra, Madrid, 2003
Torroja, Eduardo,
Revista de Obras Públicas, pág. 213-221, junio 1941
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Lateral de la tribuna central |
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Trasera de la tribuna sur, entrada al hall, anclaje y contrapesos de la visera |
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Edificio de arcos calados |
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Hall con taquillas de apuestas y acceso a las pistas |
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Caballos retornando tras la carrera a pie de pista |
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