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Obra para Mao (20x20 cm) 2018 |
No en tu nombre, si lo dice, / no en tu imagen si la pintan, escribe Pedro Salinas a quien leía mientras ibía a la exposición Los días verdes de Helí García. Lo hacía con un solo propósito, conocer personalmente al propio Helí. Parte de la obra creía reconocer gracias a las redes, -que tienen la virtud de acercarnos al instante a cualquier obra, aunque tienen el gran defecto de desvirtuarla-. Había visto su anterior exposición en la Galería BAT, Zoografía e histeria, de 2013, un compendio de crítica sutil y acerada a los personajes que nos rigen. Me gustó, y esperaba algo similar, un discurso social y reflexivo contra nuestras élites -quién sabe, pensé-. Pero no fue así, encontré un relato plagado de sencillez que invita a la introversión y reflexión intimista; pinta, como leía una vez en el Pradoen la cartela de un cuadro aparentemente anodino de Brueghel el Joven, que el éxito de aquella pintura era captar lo cotidiano, donde el espectador se reconocía en aquellos paisajes nevados, en los patinadores o en las fiestas campestres.
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Juegos en la colina (97x195 cm) 2017 |
Podía haber comenzado esta entrada con una recurrente cita evocando al verde verde lorquiano; sin duda lo pensé, pero hubo dos razones por las que no lo hice; la primera porque la obra es tan sencilla como acogedora, sin esa vertiente surrealista cargada de dramatismo que evoca
García Lorca en su poema. Aquí, la pintura y su trasfondo no tiene nada oculto, aunque en alguna de las obras se quiera pretender verlo, como esa pareja que descansa sentada en un tronco y ella sostiene un nido en su regazo, y si la escena puede evocar algo en nuestro subconsciente, cualquier evocación se desvanece al instante con la ardilla que en el otro extremo del árbol contempla a la pareja. La segunda razón, más concisa aún, estaba leyendo a
Pedro Salinas, tan sencillo como emotivo, y en ese momento los poemas del madrileño encajaban más que los del granadino.
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Tres niños aburridos (60x73 cm) 2018 |
La pintura, la poesía, arte y sencillez, como la mano que sostiene un pájaro, -podía haber escogido otra obra para encabezar este texto, tan pequeña como ése, como la del cachorro que lame la cara de su dueño-, en definitiva algo natural y sin aparente importancia. Y es que
Helí se muestra en la línea de aquellos pintores flamencos del siglo XVII que mencionaba al principio o en el espíritu de las pinturas de
Goya, retratando lo cotidiano, invitando al observador a contemplar la vida, tan privada como pública y abierta de la gente sencilla y lo natural: los niños corriendo, esa pareja sentada en el tronco del árbol, de nuevo los niños que descansan y parecen aburridos en su quietud, la sirvienta que descubre bajo la tarima del suelo que limpia un tesoro de flores.
Helí capta ese momento en el que parece parar todo movimiento, el instante mágico que sólo el ojo del artista sabe retener, libre y espontáneo, sin la necesidad de construir un discurso que justifique su obra.
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Sirvienta (97x146 cm) 2016 |
La pincelada larga y enérgica que transmite seguridad a la hora de ejecutar el cuadro, una evolución podemos pensar que lógica, ese camino tan largo que conduce a la madurez: -A veces, me decía, como artista me he visto en la difícil tarea de tener que pelear y defender estilos forzados, discursos discutibles o formas incomprensibles-. A veces, he de reconocer, también me ha pasado, y es entonces cuando percibo la necesidad de retomar el camino de la normalidad, de la imagen real y dejar a un lado el concepto y el discurso vacío de contenidos.
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Paisaje con excursionistas y árbol talado (97x195 cm) 2017 |
Y, concluyo, entresacando unos versos de
Salinas ...
con la punta de tus dedos / pulsas el mundo, le arrancas / auroras, triunfos, colores...
Helí García, Los días verdes, en BAT Alberto Cornejo, en María de Guzmán, 61 de Madrid hasta el 5 de enero de 2019.