EXPOSICIÓN: OBRA GRÁFICA, EN GALERÍA MARLBOROUGH. MADRID
Este grabado, Aire acondicionado, de gran tamaño, 175 x 143 cm. de 2007, formaba parte de una muestra de obra gráfica en la Galería Marlborough, de Madrid. Es copia 8 de 20, y estaba acompañada de la obra de otros artistas, como Martín Chirino, también de gran formato.
COLECCIÓN JULIÁN CASTILLA
La obra que vemos a continuación se encontraba en la exposición Colección Julián Castilla. Miradas de un coleccionista, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). Una interesante muestra sobre la colección privada el mecenazgo. Así describe la obra de Lacalle la cartela de la exposición:
La obra del artista Lacalle se caracteriza por su gran colorido y sus referencias clásicas a artistas modernos como Picasso, Guston o Mondrian. Su subjetividad en el tratamiento de colores primarios y planos crea espacios diáfanos con líneas de perspectivas claras y lugares siempre prenetrantes. Así, el espectador reconstruye fácilmente la representación. Sus cuadros se basan en la literatura, la historia y el ensayo, sin perder nunca las referencias visuales a la realidad.
Termotopo (2007 Óleo sobre lienzo. 150x150 cm. |
EXPOSICIÓN: NO UNA VENTANA, EN GALERÍA MARLBOROUGH. MADRID
Nada más entrar en la Galería Marlborough para ver la exposición No una ventana de Abraham Lacalle, nos invade una fuerte sensación de sorpresa frente a unos lienzos enormes, una veintena, que inundan los ojos del visitante con colores cálidos y vibrantes; en el espectador se atropellan y acumulan recuerdos de estilos ¡Qué fauvista! parece desprenderse de parte del conjunto; mientras otro espectador cree ver en las obras un sello impresionista que transita hacia el expresionismo. Una mirada más minuciosa nos descubre una pincelada ancha, larga y enérgica que va conformando los paisajes que en ocasiones parecen recrear al postimpresionismo de van Gogh -quizá sea por una figura que recuerda la siesta de un campesino en uno de los lienzos- aunque la mayoría de los cuadros, casi abocetados, transmiten la sensación de inacabados, sin llegar a cubrir la tela y sin la abundancia de material pictórico de impresionistas y expresionistas a los que remite al fin la mayoría de las obras.
Así, el espectador vecino, parado frente a unos de los lienzos, reclamaba la atención del movimiento, la armonía y la fuerza del cuadro; los colores vivos y cálidos, la pincelada brutal y justa en su medida que indica cuándo ha de darse por concluido el cuadro. Y he de confesar que tuve que recurrir a las obras de Nolde, Pechstein, Heckel y Kirchner, e incluso a Derain, para sumergirme en los cuadros de Lacalle y disfrutar de ellos y los colores, en ocasiones excesivamente vibrantes, como esos troncos de alcornoques desnudos que quien los ha visto sabe reconocerlos, o esas piedras y esos árboles perfilados; los azules, rosas, amarillos y rojos que nos obligan a preguntarnos por los colores puros en la naturaleza. Todo ese cúmulo de emociones que se agrupan en la mirada y en el conocimiento, y hacen de la muestra un arduo trabajo didáctico no solo de estilo y color, sino de sentimientos.
No una ventana, de Abraham Lacalle en Galería Marlborough, en calle Orfila, 5 de Madrid, hasta el 05 de octubre de 2019.
Nada más entrar en la Galería Marlborough para ver la exposición No una ventana de Abraham Lacalle, nos invade una fuerte sensación de sorpresa frente a unos lienzos enormes, una veintena, que inundan los ojos del visitante con colores cálidos y vibrantes; en el espectador se atropellan y acumulan recuerdos de estilos ¡Qué fauvista! parece desprenderse de parte del conjunto; mientras otro espectador cree ver en las obras un sello impresionista que transita hacia el expresionismo. Una mirada más minuciosa nos descubre una pincelada ancha, larga y enérgica que va conformando los paisajes que en ocasiones parecen recrear al postimpresionismo de van Gogh -quizá sea por una figura que recuerda la siesta de un campesino en uno de los lienzos- aunque la mayoría de los cuadros, casi abocetados, transmiten la sensación de inacabados, sin llegar a cubrir la tela y sin la abundancia de material pictórico de impresionistas y expresionistas a los que remite al fin la mayoría de las obras.
Así, el espectador vecino, parado frente a unos de los lienzos, reclamaba la atención del movimiento, la armonía y la fuerza del cuadro; los colores vivos y cálidos, la pincelada brutal y justa en su medida que indica cuándo ha de darse por concluido el cuadro. Y he de confesar que tuve que recurrir a las obras de Nolde, Pechstein, Heckel y Kirchner, e incluso a Derain, para sumergirme en los cuadros de Lacalle y disfrutar de ellos y los colores, en ocasiones excesivamente vibrantes, como esos troncos de alcornoques desnudos que quien los ha visto sabe reconocerlos, o esas piedras y esos árboles perfilados; los azules, rosas, amarillos y rojos que nos obligan a preguntarnos por los colores puros en la naturaleza. Todo ese cúmulo de emociones que se agrupan en la mirada y en el conocimiento, y hacen de la muestra un arduo trabajo didáctico no solo de estilo y color, sino de sentimientos.
No una ventana, de Abraham Lacalle en Galería Marlborough, en calle Orfila, 5 de Madrid, hasta el 05 de octubre de 2019.
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