Hace unos días visitaba la galería Rafael Pérez Hernando donde expone su obra la pintora Felicidad Moreno; y unos días después le dedico unas líneas sobre su obra porque creo que vale la pena reflexionar no ya sobre la abstracción o la obra en sí, sino sobre la impresión que causa en el espectador. La abstracción es siempre, al menos para este espectador, un flujo incesante de propuestas y sensaciones tan inexplicable como mutantes. De Felicidad Moreno lo que más llama la atención es el predominio del gran formato de la obra, superior en algunas obras a los 2 metros, y hago hincapié en esto porque, aunque realmente no implica nada en la calidad de la obra, siempre he considerado que abordar una obra en gran formato transmite la madurez del artista, la confianza y seguridad en su propio trabajo. En este caso sorprende tanto el tamaño como la práctica ausencia de color en la mayoría de las composiciones. Admirable es la complejidad, por no decir la osadía, de la pintora para trabajar en gamas de grises, negro y blanco, valiéndose tan sólo de técnica y a un mínimo detalle de color para, jugando con las aguadas, conseguir el efecto deseado y, como se diría en lenguaje actual, lograr una composición potente plena de armonía, dejando el color en el recóndito misterio de la abstracción y la cripta.
Felicidad Moreno, en la Galería Rafael Pérez Hernando, en calle Orellana, 18 de Madrid, hasta el 2 de junio de 2018.
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