domingo, 12 de mayo de 2019

Mª Jesús Pérez Carballo


Un mundo dos mundos, así titula MªJasús Pérez Carballo su última exposición en Madrid. Unas fechas antes habíamos coincidido en la puerta de la galería y me comentaba el trabajo que aún tenía por delante. Mª Jesús es una persona con quien siempre es grato charlar, casi siempre de arte y se entusiasma con la Bauhaus. En esta ocasión, al llegar a la galería el día de la inauguración casi no la saludé, inicié la visita intentando descubrir esos dos mundos que parecen encerrar la muestra; uno el dibujo, el otro la pintura: óleo y acrílico, aunque se me antojase una percepción de perogrullo. El dibujo; su dibujo, tan sencillo como resuelto, es quien da la bienvenida al espectador: árboles y espesuras, hojas, ramas y troncos, en la línea de su anterior trabajo que presentó en la misma galería, en aquella ocasión lo elogié como el tributo al que todo buen pintor se debe, a la poesía del dibujo. Podía caer en el tópico y traer a colación los recuerdos de la farga, ese bosque encantado gallego, y Mª Jesús, gallega ella, que por ahí se le escapa la sencillez de su espíritu espontáneo y delicado, como si plasmara sobre el papel su identidad más sincera, "La fraga es un tapiz de vida apretado contra las arrugas de la tierra; en sus cuevas se hunde, en sus cerros se eleva, en sus llanos se iguala", así nos introduce Fernández Flórez en su Bosque animado, y así parece que va introduciéndonos nuestra pintora en la segunda parte de su muestra, y lo hace a través de un hermoso árbol, ya en color, como nexo y transición al óleo, a los dos mundos.


De esa belleza, ese trazo elegante que el grafito deja marca y mancha en el papel, sombras y luces, emerge la pintura y la reflexión, porque es aquí, en esta segunda parte, donde ese mundo se torna en dos, donde la artista reflexiona sobre los sentimientos, sobre la catástrofe, sobre el dolor y el drama que lleva consigo todo ser humano ante la guerra y las migraciones que comportan. Se arriesga a jugar con algunos iconos del arte universal: Miguel Ángel (¿Dónde la Piedad) y El Bosco (El carro de Heno) o Goya (Intemporalidad), y resuelve su propuesta con la elegancia y la maestría que le otorgan años de oficio. En estas obras nos introduce, por ejemplo, en el drama de Siria, la impiedad de los bombardeos; cuestiona lo efímero "Toda carne es heno y toda gloria como las flores del campo"; y se pregunta "¿Qué personaje elegiría Goya para su aquelarre si viviese hoy? Soldados, comerciantes, parlanchines, engañadores, agresores, dictadores". Cada obra, cada mundo son dos mundos; una imagen y una historia, los fusilamientos de Goya junto a ocho palestinos custodiados por soldados israelíes, dos imágenes con un mismo trasfondo y una misma reflexión: el sufrimiento.


La artista y la persona, me planteé por fin; tan difícil de separar dos conceptos o dos estados en un único ser; la postura de la mujer frente a la barbarie, porque quizá se haya de ser mujer para captar ciertos sentimientos y ciertas sensibilidades; y es aquí, en este aspecto tan personal, donde se entiende en Mª Jesús la frase que en el anterior post citaba del fotógrafo Anthony Hernandez, que ser consciente es más importante que la evidencia de esa consciencia sobre un trozo de papel, en este caso, sobre una tela a la que acompaña, aparte, con textos de su propia mano: Y el talento en caso de tenerlo ¿para qué sirve? / Para quererse sin dejar de querer a los demás./ La búsqueda y procura de la felicidad.


Un mundo dos mundos, de Mª Jesús Pérez Carballo, en Galería Orfila, en calle Orfila, 3, Madrid, hasta el 25 de mayo de 2019.





DIBUJOS DICIEMBRE 2015



La última exposición de María Jesús Pérez Carballo, que sencillamente la titula con su nombre, en la Galería Orfila, es una espléndida colección de dibujos, algunos coloreados con óleo o acuarela, pero la base de la muestra es el dibujo, el grafito, "el lápiz- me corrige la propia artista-", un viaje a través de los claros, las sombras y la luz, nada más. No hace mucho tiempo acudí a una muestra en la que sólo había dibujos; en ella se hacían muchas referencias al propio dibujo y cómo lo definía cada artista y, con ese hilo conductor, recordé una frase que era a la vez un consejo, aunque no precisamente de aquella exposición, de Antonio López: hay que dibujar cada día, no sé cuánto tiempo había que dedicarle, pero había que hacerlo a diario.


Con esa máxima, y de la mano de Pérez Carballo, comentaba con ella la libertad que el dibujo permite al artista, sobre todo cuando está frente a la naturaleza, los paisajes, los árboles, y en su caso, los jardines. La inspiración no está sujeta a un canon, es pura satisfacción dibujar las ramas retorcidas de un árbol, los muros de setos, los caminos de un jardín, los árboles que se diseminan por aquí y allá y proyectan largas sombras de las que surgen, a veces, de un arbusto, si hay color, el punto bermellón de una flor. Luego queda otro mundo, el académico, las simetrías de los parterres, los encajes y volúmenes, las perspectivas y el orden con el que cada personaje se sitúa en la escena; y por fin, si el deseo o el capricho lo solicitan, el color en las flores y las hojas.


Escribía Sorolla: "Está visto que el dibujar, el pensar en cosas que jamás se realizarán es el mayor deleite de la vida". Alguien me pidió que estudiara la trayectoria de la artista; en realidad, pensé, no vale la pena sumergirse en ese proceso, sino que es preferible quedarse, en aquel momento, junto a la compleja sencillez de sus dibujos e imaginar la mano alzada trazando las ramas del almendro en flor, o acomodar la mirada en la frondosa enredadera en la que apenas está esbozado el color. Como decía Sorolla: ¡cabe mayor deleite!.

Y con esta propuesta me fui con la artista a recorrer la sala contemplando su obra y comentando con ella sus cuadros: el color de los setos, los laberintos soñados, los parques, las pérgolas y rosaledas visitadas, y franquear por último esa puerta de hierro forjado donde comienza el jardín botánico y donde se dan cita, mientras dibuja absorta, esas cosas que jamás se realizarán.
Mientras, nos apremiaban. A un lado se despliegan sillas y frente a una de las obras un atril. Se presenta un libro, el libro que condensa la trayectoria de la artista: María Jesús Pérez Carballo, Sombras nos muros.


Y, aprovechando el silencio que brinda el público, es el momento de reflexionar en torno a la obra expuesta y la obra global de la mano de Antonio Leyva, no ya por ser autor del libro y contrastado crítico de arte, sino por el profundo conocimiento que tiene de la artista y su obra. "Bien que la obra de la pintora cuya temporalidad de hechos y circunstancias nos proponemos recorrer..." comienza el libro, un trayecto jalonado de exposiciones, el paso por la academia, las obras, las amistades, los artistas que la acompañaron y aún la acompañan y el lápiz, siempre el lápiz. Es un acto entrañable, porque quizás no exista mayor satisfacción para un artista, que ver reflejado el esfuerzo y parte de la vida a través de su propia obra en el tiempo; un regalo, sin duda, emotivo.


María Jesús Pérez Carballo, dibujos en Galería Orfila, en la calle Orfila, 3, de Madrid, hasta el 5 de enero de 2016.

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